Que levante la mano el que la vio venir. Les puedo asegurar que mi mano está bajita, prácticamente pegada al piso. Después de los resultados de la Semana 13, los Bears se ubican en el primer puesto de la Conferencia NFC, con un récord impresionante que nadie –ni siquiera sus fans más optimistas– habría predicho en septiembre. Es como si hubieran salido de las sombras de décadas pasadas, esas donde los inviernos en Soldier Field eran sinónimos de decepciones y reconstrucciones eternas. Pero aquí están, liderando la manada, gracias a una racha de victorias que, en su mayoría, se han definido en los últimos minutos. Esos finales cardíacos hacen que muchos, incluido quien escribe, nos preguntemos: ¿son realmente contendientes, o solo un equipo afortunado que se desinflará cuando llegue enero?
La victoria más reciente contra los Philadelphia Eagles, en la Semana 13, podría ser el punto de inflexión. Fue, quizá, su triunfo más convincente de la temporada: un dominio defensivo que limitó a Jalen Hurts y compañía, combinado con un ataque oportunista que no dependió solo de un milagro final. Caleb Williams, en su segunda temporada como quarterback, mostró destellos de madurez, lanzando pases precisos y evitando errores costosos. Bajo el mando del entrenador novato Ben Johnson –quien trae esa frescura ofensiva de sus días en Detroit–, los Bears han construido una identidad que mezcla agresividad con resiliencia. Sin embargo, esa dependencia de comebacks heroicos genera dudas. Han ganado seis de sus nueve victorias por siete puntos o menos, incluyendo tres en tiempo extra y/o con goles de campo en los segundos finales. Es emocionante, sí, pero ¿sostenible? En una liga donde los verdaderos campeones cierran partidos con autoridad, Chicago parece más un underdog encantador que un favorito implacable.
La temporada es ardua y, para los Bears, incesante. Su próximo desafío será ni más ni menos que el clásico contra los Green Bay Packers, este domingo en Lambeau Field, un estadio que ha sido pesadilla para los Bears durante años. Los Packers, con su combinación establecida de Matt LaFleur en el sideline y Jordan Love bajo centro, representan todo lo que Chicago aún no ha consolidado. LaFleur, en su séptima temporada, ha moldeado un equipo disciplinado, con un esquema ofensivo que explota mismatches y una defensa que ajusta sobre la marcha. Love, ya en su tercera temporada como titular, ha evolucionado en un QB confiable, con esa capacidad para extender jugadas que recuerda a sus predecesores legendarios. Es un duelo de contrastes: la experiencia probada de Green Bay contra la juventud prometedora de Chicago. Johnson y Williams, aunque talentosos, aún navegan las curvas de aprendizaje –errores en red zone, decisiones apresuradas– que podrían costar caro en un ambiente hostil como Lambeau, donde los Packers han ganado ocho de los últimos diez encuentros contra los Bears.

Desde lo estadístico, este partido promete ser un ajedrez táctico. Los Bears lideran la NFC en puntos permitidos por juego (18.2), gracias a una defensa que acumula 42 sacks esta temporada –la segunda mejor marca de la liga–, con Montez Sweat y Gervon Dexter como anclas en la línea. Los Packers no se quedan atrás: su ofensiva rankea top-5 en yardas totales (378 por juego), con Love lanzando para 2,912 yardas y 24 TDs, apoyado en un backfield liderado por Josh Jacobs (912 yardas, 9 TDs). Defensivamente, Green Bay permite solo 3.8 yardas por acarreo –sexta mejor–, lo que pondrá a prueba el juego terrestre de Chicago, vital en su triunfo ante Philadelphia.
La pregunta que flota en el aire, y que este duelo podría empezar a responder, es: ¿qué necesitamos ver de los Bears para confiar en ellos como candidatos serios al Super Bowl? Primero, consistencia temprana: no más dependencia de milagros en el último cuarto. Queremos ver un dominio desde el kickoff, con un Williams que proteja el balón y convierta terceros downs. Segundo, resiliencia en carretera: ganar en Lambeau sería una declaración fuertísima, probando que pueden manejar presión en entornos hostiles, algo clave para playoffs. Y finalmente, un "clutch factor" real: no solo ganar cerca, sino cerrar con autoridad, como lo hicieron contra Eagles.
En el fondo, los Bears representan esa esperanza de lo inesperado, como un equipo que emerge de la nada y desafía narrativas preestablecidas. ¿Le alcanzará a los Bears como para luchar por el trofeo Lombardi en la presente temporada? Justamente, el camino hacia alzar la copa que lleva el nombre de un entrenador glorioso de los Packers pasa este fin de semana por Green Bay. Seguirán estando a la altura?





