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Nick Sirianni, la redención blue-collar

Hace dos años, cuando tuve el privilegio de intercambiar un par de reflexiones con Nick Sirianni mientras cubría la primera edición del Chiefs-Eagles en un Super Bowl, lo que más me cautivó del hoy entrenador campeón de la NFL fue su insistencia en hablar de Filadelfia como una ciudad indefectiblemente blue-collar y de los Eagles, ya desde entonces, como un equipo, también indefectiblemente, blue-collar.

El término, que podría traducirse directamente como "cuello azul" en alusión a los overoles de los obreros, refiere específicamente a las personas que realizan trabajos manuales duros, tales como la agricultura, la manufactura, la minería o la construcción, aunque tiene una connotación social y cultural mucho más profunda en el cinturón industrial de los Estados Unidos que, por ejemplo, han abordado con gran lucidez películas como "Deer Hunter", de Michael Cimino, o la mismísima "Blue Collar", de Paul Schrader.

Nada me reconcilia más con el periodismo que entrevistar a personajes con conciencia de clase y que tienen claro los valores asociados al lugar que representan. Por lo que, tras escucharlo aquel día, aumenté significativamente mi valoración respecto a su perfil como entrenador y líder moral de un grupo variopinto que exudaba, como ahora, talento a raudales. Siempre he defendido que no se puede tener éxito con un equipo de manera sostenida sin llegar a tomarle el pulso a lo que significa la ciudad en términos sociales, culturales, históricos y puede que hasta políticos.

Philadelphia Eagles head coach Nick Sirianni poses with the Vince Lombardi trophy with NFL commissioner Roger Goodell, left, during a news conference the morning after the NFL Super Bowl 59 football game between the Eagles and the Kansas City Chiefs, Monday, Feb. 10, 2025, in New Orleans. (AP Photo/Gerald Herbert)

Puedo ser capaz de comprender y en algún momento empatizar con los argumentos que certifican a Sirianni, un orgulloso descendiente de italoamericanos oriundo de Jamestown, como un simple gestor de talento y que el verdadero genio que explica el éxito reciente de los Eagles y la salvaje paliza que le endosaron a los bicampeones Chiefs el domingo en Nueva Orleans, se esconde la figura de Howie Roseman, el mejor arquitecto de la NFL, y en sus dos coordinadores: Kellen Moore y Vic Fangio. Hay algo de eso, sin ninguna duda, pero nunca me ha parecido del todo responsable que se hable de la inestimable virtud del liderazgo como un aspecto meramente cosmético o desechable.

Ahora bien, Sirianni, cuya formación deviene del costado ofensivo tras su cercanía ideológica con Todd Hayley, ha tenido éxito relativo con tres coordinadores ofensivos distintos: Shane Steichen, Brian Johnson y ahora Kellen Moore, defenestrado de Dallas hace no mucho. Por mucho que nadie quiera darle el crédito que merece, soy incapaz de conceder que no haya tenido ningún rol importante en la adaptación de Barkley al equipo y del equipo a Barkley, en gestionar los egos de personajes desmesurados como AJ Brown o en crear un entorno seguro para que Jalen Hurts no sienta amenazada su discreta posición de macho alfa. Tampoco, evidentemente, en el acierto rotundo de apostar por Moore y Fangio como reemplazos de Johnson y Sean Desai tras el desastre de final de temporada el año pasado.

Si Roseman recogió las flores y los elogios que su impecable trabajo como gerente general han cosechado, Sirianni, fiel a su condición de entrenador blue-collar, estuvo para recibir los palos y absorber la presión que permitió liberar a un núcleo de jugadores extremadamente talentosos que salieron a devorarse al rival, no tanto por inspiración divina, sino porque el tipo de las laterales que tanto insiste en subestimar el resto, los prepara semana a semana para ser el equipo que exige una ciudad de clase trabajadora como Filadelfia.