Con el anuncio oficial de la clase 2023 del International Player Pathway, se vuelve a encender la llama NFL para otro jugador mexicano: Héctor Zepeda, liniero ofensivo egresado del Tecnológico de Monterrey que repite por segundo año en el programa de prospectos internacionales.
Recuerdo que hablé con Héctor a principios de este año sobre lo mucho que le gustaba Brandon Sherff, el hoy guardia de los Jacksonville Jaguars, al que siguió con fervor juvenil desde sus años universitarios con Iowa y durante su etapa profesional con Washington, y de quien admira su agresividad y explosión, pero sobre todo su entendimiento del juego. Acto seguido, cuando le pregunté sobre cómo definiría su perfil de jugador ante un departamento de scout NFL, me dijo que esencialmente era alguien a quien le gustaba estudiar el juego y ver video.
A día de hoy, el único jugador nacido en México, proveniente de un programa universitario mexicano, en haber disputado algún snap en un partido oficial de NFL es Rolando Cantú, también liniero ofensivo, quien lo hizo en la temporada de 2005 con los Arizona Cardinals. Desde entonces, Rolando no sólo ha fungido como estandarte del futbol americano en México, también ha desarrollado un papel activo como mentor y promotor del talento mexicano en las oficinas de los equipos de NFL.
Dicho lo anterior, siempre me ha obsesionado la idea en torno lo difícil que es abrirse las puertas de un roster profesional para los jugadores mexicanos, incluso con la etiqueta de excepción que obtienen los que han surgido del IPP en ediciones anteriores, como el caso de Isaac Alarcón en Dallas y Alfredo Gutiérrez en San Francisco, quienes no han podido opositar por un lugar en el roster definitivo.
Al respecto, hace no mucho platicaba con Ramiro Pruneda, hoy analista en ESPN y otrora prospecto mexicano NFL con los Chiefs, Eagles y 49ers. De las cosas más interesantes que me dijo fue que el gran reto para un mexicano que busca cruzar el umbral NFL tiene que ver con la velocidad del juego; ya no en términos físicos, sino en lo que refiere a la asimilación de la información y la flexibilidad táctico-técnica que exige el idioma de futbol americano a ese nivel.
En ese sentido, probablemente nadie haya hecho más por acortar esa brecha conceptual en el futbol americano en México que Frank González, el arquitecto del exitoso programa del Tec de Monterrey. De su manto protector surgieron buena parte de los jugadores mexicanos que han podido tocar las puertas de la NFL. A finales del siglo pasado, el coach Frank montó una revolución formativa en México en términos de detección y desarrollo de talento, modelo deportivo y preparación física. El éxito de su misión consistió en tener acceso privilegiado al staff, instalaciones, playbooks y metodología de Andy Reid en su gestión con Filadelfia, a través de Juan Castillo, entonces coach de línea ofensiva de los Eagles y hoy coach de alas cerradas de los Commanders.
De eso ya pasaron más de dos décadas, y si bien la consolidación del programa IPP nos ha permitido volver a fantasear con la posibilidad de tener a jugadores mexicanos en la NFL, necesitamos más gente involucrada con el futbol americano en México que entienda que la brecha que nos separa de la mejor liga de mundo no sólo tiene que ver con el desarrollo físico, también con el intelectual.