El siempre mordaz Jon Pareles, crĂtico musical del New York Times, reparĂł en su momento sobre la contradicciĂłn que suponĂa que Paul McCartney, emblema de la contracultura del siglo XX, haya sido utilizado para redimir el show del medio tiempo durante el Super Bowl de 2005 tras el sonado incidente que marcĂł la carrera de Janet Jackson un año antes.
"Es justo lo que ningĂșn mĂșsico de rock sueña: la garantĂa de que serĂĄ inofensivo", ironizaba Pareles en su habitual editorial sobre el hecho de que McCartney simbolizaba, de alguna manera, una apuesta segura para evitar algĂșn incendio durante el entretiempo del partido disputado entre los Patriots y los Eagles, con el ALLTEL Stadium de Jacksonville como escenario.
Aquel atardecer, como preludio al tercer tĂtulo de Super Bowl en cuatro años para los Patriots, Sir Paul incluyĂł en su repertorio himnos incontestables de The Beatles como "Drive My Car" y "Get Back"; un clĂĄsico de Wings âel proyecto que formĂł a un año de la separaciĂłn de los Fab Fourâ, "Live and Let Die"; y "Hey Jude", tambiĂ©n de los Beatles, canciĂłn que McCartney concibiĂł para aliviar el dolor de Jules, el hijo de John Lennon, tras la traumĂĄtica separaciĂłn de sus padres.

Tomando como referencia la letra de "Get Back", que incluye la idea de fumar hierba en California y aborda veladamente la transexualidad, Pareles advirtiĂł todas esas alusiones que debieron ser censurables en su dĂa y tiempo despuĂ©s, irĂłnicamente, funcionaron como ensamble de una puesta en escena familiar que permitiĂł al show fluir sin contratiempos.
PensĂ© en ello luego de ver por segunda vez al legendario bajista de los Beatles en la ciudad de MĂ©xico, en un Estadio GNP abarrotado, que se desarmaba con "Blackbird", que coreaba al unĂsono "Love Me Do" y que se fundĂa en un abrazo colectivo con "Let It Be". Estando ahĂ, en una atmĂłsfera que irradiaba la tĂpica festividad nostĂĄlgica de las cosas que realmente importan, me animĂ© a concluir que la utopĂa del mejor mundo posible era un concierto de Paul McCartney; aspecto que, segĂșn la perspectiva, puede ser un elogio o un insulto para un mĂșsico que emergiĂł del rock en su vertiente de movimiento contestatario.
Todo esto, me parece, va en consecuencia con la falsa idea en torno al lugar que ocupa McCartney como el "Beatle melĂłdico" y no tanto el "Beatle intelectual", cuando fue Ă©l, antes que Lennon, quien se introdujo a los cĂrculos artĂsticos de vanguardia. Para muestra, el concepto creativo del Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, el disco mĂĄs experimental de la banda de Liverpool.
Mitos aparte, lo cierto es que tanto el McCartney de 62 años que vimos en 2005 amenizar el show de medio tiempo en Jacksonville, como el de la gira mundial de 2024, con 82 años sobre la espalda, demostraron ser capaces de transmitir las dos cosas que solo una leyenda de su dimensión puede transmitir: gloria y grandeza.





